lunes, 24 de septiembre de 2007

Artículos y prensa

Permitir que el alma de un niño respire

… “Qué lindo es esto, no quiero que nunca acabe”…decía uno mientras la tela que fungía de viento se deslizaba sobre su carita sudada, otros dos estaban acurrucados en posición fetal cual ovillos de lana, contemplándose, descubriéndose. Otro muy entusiasmado cerraba los ojos con fuerza intentando subirse al viaje, y así; todo esto va sucediendo, entre risas, temores, sueños y lágrimas (por qué no), entre el fuego que nos congrega, agua que nos acaricia, cuerpos que encuentran el placer de moverse en la tierra y en el espacio, telas, cajas, música, muñecos que se animan, narices rojas, historias que se narran, todo un universo uteril que se construye en una clase de teatro, un verdadero viaje! Éstas y otras anécdotas están registradas en la memoria de mi corazón.
Mucho se ha dicho sobre la importancia del arte en el desarrollo integral de un niño y desde mi experiencia, dicho mejor, desde mi vivencia, lo reinvindico. Sin embargo, a pesar de los avances en temas de educación, creo que en nuestro país aún “esto” no se ha entendido, pues generalmente cuando se habla de educación o formación de los niños, se habla básicamente del desarrollo intelectual. Los seres humanos no sólo somos intelecto, somos mente, cuerpo, alma, emociones, intelecto, sentidos, más aún, somos materia, somos agua, oxígeno, somos energía vital, somos color y demás; somos seres integrales y, por lo tanto, en el proceso de formación, tenemos que considerar todos estos aspectos y no cerrarnos sólo en uno. Es por esto que me parece importante compartir este tipo de reflexiones.
Llevo doce años enseñando arte para niños, básicamente teatro (el teatro a mi entender congrega otras disciplinas artísticas), lo complemento con meditaciones y masajes, y a través de los años pude comprender con claridad que lo que necesita el niño es expresarse, expresarse por medio de otros lenguajes que van más allá del puramente verbal, es más, el niño verbalmente está en proceso y, por suerte, aún conserva la capacidad de comunicar a través del cuerpo, de los sonidos, su capacidad perceptiva y expresiva no está adormilada como la de un adulto (no todos), aún no ha sido bombardeado con una cantidad de información restrictiva tal que lo anule, él aún es espontáneo, él no tiene total conciencia de lo que está sensurado, él se expresa. Pero no les brindamos espacio para ello, las escuelas de educación inicial están atiborradas de mesas y sillas donde la consigna es “quédate quieto” “no te muevas” “cállate” “escucha!”, el niño tiene que escuchar, que recibir la información que los padres y la escuela les damos, pero, dónde está el espacio para que procese esa información?, más aún, dónde está el espacio para que nosotros los escuchemos?. Para que el niño escuche primero tiene que “vaciar la vasija”, es decir, tener un espacio de libre expresión, ( qué es el arte si no el grito viceral de nuestras verdades, de nuestro ser) luego él tendrá espacio para recibir nueva información, de lo contrario, rebalsará. Es por esto que el espacio artístico, el espacio para el desarrollo de la sensibilidad creativa no es sólo necesario, si no vital para el desarrollo sano de un niño. A propósito de esto Sylvia Ledner decía: …“permitir que el alma de un niño respire, no sólo requiere de quietud, si no también de movimiento, el movimiento ayuda a conocer el propio cuerpo y a coordinar mente cuerpo y alma”… luego del movimiento viene la calma, allí los niños aprenden a reconocer sus sentimientos, a escucharse, es allí donde emerge todo su universo interior y les permite expresarse, crear, comunicar. Es allí donde debemos escucharlos.


María Laura Vélez Valvárcel
Actriz, Clown, Titiritera y Profesora de Arte.

Artículo publicado en la Revista Teté y Tití ,
Noviembre de 2006

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